martes, 15 de febrero de 2011

leyendas

Mira está llena de tradiciones y leyendas que se han trasmitido por generaciones.

En esta sección tratamos de rescatar las más relevantes para ponerlas a su disposición.

A medida que se dispongan de más documentos, éstas se irán incremetando.





LA QUEBRADA DE LOS PAZTUSOS

En el centro de esta población existía una plaza, muy inclinada, por cierto, que era el lugar de distracción común. Al lado oriental había un muro de piedras sobrepuestas de un metro y medio de altura.

En la época de las batallas por la Independencia, Mira también fue escenario de un hecho sangriento, pues, los mireños contribuyeron en las luchas a favor del ideal de Bolívar.

Es sabido que los mercenarios traídos por Agualongo para las luchas a favor de España, en su mayoría eran gentes colombianas, particularmente de Pasto, a quienes se los conocía como “Pastusos” y se caracterizaban por su bravura, eran desalmados y constituían el terror de los pueblos por donde cruzaban saqueando y robando lo que encontraban.

Fue así como después de su derrota, veinte mercenarios llegaron a Mira con el ánimo de causar algún mal. Alertados los pobladores de la temible visita, tuvieron que armarse con garrotes, palos, machetes, piedras, herramientas de trabajo y una que otra escopeta para defenderse de las pastusos, quienes tuvieron que rendirse después de una feroz batalla.

Tomados prisioneros se comunicó al pelotón más cercano al Libertador quien envió un piquete de soldados para dar muerte a los prisioneros invasores, cuyo castigo lo merecían según el Consejo de Guerra de ese entonces.

En esta plaza, amarrados y de rodillas, con espaldas hacia el mencionado muro, estaban al frente del pelotón, esperando la hora final de ejecución.

Pero, antes de escuchar la orden final, uno de los pastusos solicitó una singular concesión. Este, alguna vez escuchó que en esta población existía y se veneraba a la Virgen de la Caridad, y solicitó que se le permitiera poner una vela a la Virgen, lo cual fue aceptado. El condenado compró la vela, se limpiaba con ésta, frotándose el cuerpo y musitando oraciones a la Virgen.

Un vecino piadoso llevó la vela a la iglesia y la depositó a los pies de la imagen, mientras en la plaza se daba el toque de clarín anunciando el momento final. El escuadrón alistó sus lanzas, los caballos tensos en medio de un silencio de tumba, esperaban lanzarse contra los pastusos y, al galope avasallador, en medio del polvo, se lanzaron al ataque. Los curiosos cerraron sus ojos en este momento fatal.

Lamentablemente el polvo provocado por la caballería se desvanecía y entonces se vio los cuerpos de los pastusos tendidos en el suelo, retorciéndose del dolor entre los estertores de la muerte.

El escuadrón, después de comprobar la muerte definitiva punzándoles con lanzas se retiró del lugar. En horas de la tarde, cuando la plaza se cubría de oscuridad, alguien miró que uno de los ajusticiados se movía y que con esfuerzo se paró y se fugó por encima del muro de piedras. Los vecinos de Mira se acercaron a ver los cadáveres y en realidad constataron que faltaba uno, y era aquél que mandó la vela a la Virgen de la Caridad.

Al día siguiente, cuando los cuerpos empezaban a despedir malos olores, sin que haya persona alguna que cabe las sepulturas, resolvieron llevar los cadáveres y arrojarlos en una quebrada profunda al sur de la población, (curva de los Ramos) a la que la denominaron quebrada de los pastusos.

Así se cerró una jornada más en pos de la libertad de nuestra Patria y es un milagro más atribuido a la Virgen de la Caridad.

LAS MINAS DE PLATA

- Compadrito: no sufra, no se desespere. Yo le ayudaré a conseguir dinero para todas sus necesidades.
-Gracias, compadrito- le contesté agradecido. Efectivamente yo carecía en absoluto de facilidades para mantener a mi familia.

- Alístese para el viernes.. Ese día lo llevaré a un lugar en donde hallaremos mucha plata.

En efecto, llegó el viernes y mi compadre me llevó a traer plata. Caminamos desde la madrugada por inmensos páramos fríos y solitarios, cuando llegamos a un lugar determinado, mi compadre me bendó los ojos y me dijo:

- No conviene que usted vea cosas que le causarán mucho miedo. Tienen que aparecérsenos toros endemoniados y otros animales raros, así como el diablo que vive bajo una chorrera.

Llevado de la mano caminé con dificultad por laderas precipitadas y densos matorrales.

Al cabo de algunas horas, mi compadre me quitó la venda que llevaba puesta en los ojos, cuando ¡Qué sorpresa! En la peña donde estaba brillaban gruesas venas de plata como si fuesen raíces de un árbol. Mi compadre sacó de un bolso que llevaba un cincel y un martillo y me hizo cortar cuanto yo quise. Cuando creí que el peso era suficiente, decidimos el regreso. Nuevamente me vendó los ojos y me condujo de la mano.

Ya entrada la noche llegué a casa. ¡Qué felicidad, tenía mucha plata para satisfacer todas mis necesidades…!

Será esta una leyenda…? No.

El señor Luciano Andrade Marín publicó en “EL DIA” del 31 de marzo y siguientes de 1932, varios artículos refiriéndose a una solicitud del Procurador General del cabildo a la Real Audiencia, en 1726, pidiendo permiso para que “se pueda comerciar con plata sin acuñar”. Entre otras cosas dice:

“En términos de Mira hay minas tan ricas de plata que se cortaba a cincel y de calidad y que de ellas se fabricaron unos blandones y cruces de plata maciza y tiraba por vales de plata y alhajas que hasta el día de hoy permanecen muchas de ellas”.

Se cree que estas minas están en la zona de Chulte.

lunes, 14 de febrero de 2011

las voladoras

Las leyendas más populares de Mira tratan sobre Las Voladoras, las mismas que han sido transmitidas en forma oral a través de varias generaciones.

Estas leyendas se refieren a las hechiceras, magas, brujas o voladoras que habitaban en nuestra ciudad, así como también en Urcuqui y Pimampiro formando un triángulo perfecto entre estas 3 poblaciones, las mismas que se caracterizaban por llevar y traer noticias desde cualquier lugar del mundo de manera inmediata, así como por utilizar sus hechizos para ocultar los romances que mantenían con sus amantes ante sus maridos.

Otra característica de las voladoras era que se vestían de blanco, lo que a su vez nos hace deducir que eran hechiceras de magia blanca, además siempre se las ha representado como mujeres bellas, de cabelleras largas y que planeaban en el aire y no como la tradicional “bruja” de magia negra que volaba en escoba, tenía aspecto diabólico, llevaba sombrero puntiagudo, vestimenta y gato negros y acarreaba muchas desgracias y maleficios.

Las voladoras son seres mitológicos que, sin dejar de crear cierto miedo y curiosidad entre quienes escuchan las leyendas, eran consideradas más como el correo del pueblo que como brujas, ya que se dice que en aquellos tiempos en que no había comunicación inmediata como ahora, las noticias se conocían antes que los autores de las mismas tengan tiempo de regresar de sus viajes para contarlo y aquello se les atribuía a las voladoras.

Otro hechizo de las voladoras, según las leyendas, era convertir a los hombres en gallos o mano de plátanos cuando había necesidad de ocultarlos, pero nunca para hacerles daño.

Se cuenta que para emprender su vuelo tenían que vestir almidonadas enaguas blancas, ponerse unturas de ciertas pomadas maravillosas en las axilas y pronunciar aquella famosa frase “De villa en villa, sin Dios ni Santa María”  y salían volando.

Existen otras caracterizaciones de la Voladora de Mira, pero en ellas se las hace aparecer como brujas de magia negra, que hacen daño y que están contactadas con el diablo, pero en lo que se refiere, estrictamente, a las leyendas narradas en Mira, esa concepción no aparece sino que es producto de leyendas de otros lugares como Urcuqui, Pimampiro, Caranqui y de otros países que quieren relacionarla con las Voladoras de Mira, incluso algunos escritores manifiestan que este lugar era el escogido para realizar los aquelarres (conciliábulos de brujas), pero de aquello nunca se ha contado en las leyendas mireñas.

Según las leyendas de las Voladoras, existen varias formas de hacer que éstas caigan a la tierra como: ponerse en el suelo abriendo los brazos en cruz, poner el sombrero boca arriba, o colocar las tijeras en cruz. Además para reconocer a las Voladoras se les debe pedir que al otro día vayan a casa del que le hizo caer a buscar o pedir sal y así se sabe de quien se trata, este es un rito que las voladoras deben cumplir.

Existen varias leyendas sobre las voladoras contadas a través del tiempo, dejando siempre al oyente con la intriga ¿existirían de verdad?, ¿será cierto lo que nos cuentan o simplemente serán producto de la gran imaginación de nuestra gente?, eso queda a criterio de nuestros queridos lectores.
LEYENDA
- Sintieron ese ruido? –Pregunté a mi señora y a mis hijos, a eso de las doce de la noche.
- Sí, -contestó mi esposa. ¿Qué será?
- Parece que algo cayó encima de la casa.

Hace muchos años, las casas de esta población eran cubiertas de paja y sin tumbados. Este tipo de cubierta permitía escuchar el más leve ruido.

La curiosidad fue tanta que me decidí a salir para ver lo que ocurría. Me levanté de la cama, me puse el poncho, abrí la puerta y cautelosamente salí al patio.

Los perros ladraban aterrados de espanto. La noche estaba iluminada por la luna. Alcé la vista por la cubierta de la casa y, ¡Oh sorpresa! Era una VOLADORA. Pero, tan pronto se percató de mi presencia, dio un salto y voló…

Llevaba en sus manos una escoba; su largo cabello suelto se agitaba en el viento; sus almidonadas enaguas blancas formaban una larga cola. Traté de acostarme en cruz sobre la tierra para lograr que caiga la voladora, pero cuando traté de hacerlo fue tarde. La voladora desapareció de mi vista.

- Ha sido una voladora - dije a mi mujer cuando entré a casa sin poder articular bien mis palabras por la nerviosidad que se apoderó de mí.

Juan, mi hijo mayor, dijo: A cada rato vienen las voladoras.